lunes, 20 de julio de 2020

Editorial Claridad

                     

    La editorial fue fundada el 30 de enero de 1922 en Buenos Aires por Antonio Zamora con el nombre de Cooperativa Editorial Claridad. El nombre elegido se inspiró en el nombre del movimiento intelectual francés, vinculado a Henri Barbusse, 'Clarté' .​

Antonio Zamora (1896-1976)
     La divulgación era uno de los principales propósitos del proyecto. Según el propio Zamora: «una editorial no debía ser una empresa comercial, sino una especie de universidad popular».

    El precio de los libros publicados por la editorial era bastante módico, sus ediciones más populares y baratas tenía un precio que iban de los cincuenta centavos a un peso.

   Entre las primeras publicaciones de Claridad estaban las colecciones "Los Poetas" y la "Biblioteca científica", dedicada esta última principalmente a temas relacionados con la sexualidad.







"Los pensadores", primero como colección de obras selectas y luego como colección, se publicó entre los años 1922 y 1926, a partir de este año se llamaría Revista Claridad y seguiría publicándose hasta 1941.


  La ideología política de la editorial y del grupo que la rodeaba se ubicaba en una izquierda amplia, admitiendo diversidad de posturas, desde las más extremas hasta otras más moderadas. En general abogaban por una revolución política y social, y se oponían a las dictaduras, al militarismo, al imperialismo y al clericalismo.












Originalmente la editorial estaba ubicada en la calle Entre Ríos 126,​ pero pronto se mudó a Boedo 837, en donde estaba el taller gráfico de Lorenzo Raño. El nombre de esa calle es el que le dio nombre al grupo Boedo y fue elegido por los escritores que allí se reunían (Nicolas Olivari, Lorenzo Stanchina, Elías Castelnuovo) para diferenciarse del grupo Florida cuyo nombre derivaba también de la calle en la que se congregaban sus miembros.



Manuel Lorenzo Raño


















El Grupo de Boedo tomó impulso con el apoyo incondicional de Manuel Lorenzo Rañó, dueño de una máquina plana, una Minerva y unas cajas de tipos antiguos y deteriorados. La imprenta estaba instalada en dos habitaciones y un pequeño galpón de los fondos de una casa de vecindad de Boedo 837. El encargado de la casa, don Francisco Munner, tenía un pequeño negocio a la calle que se comunicaba con la casa. Don Francisco, con su voz tonante y jactanciosa llena de vocales explosivas, atendía briosamente a su abundante clientela que le llevaba cigarrillos, lápices, cuadernos y libros. El comercio para él era una diversión. Muy temprano abría las puertas y empezaba a disputar con sus clientes. Se enfurecía, se echaba atrás con gesto de tenor para denostar al que le pedía rebaja, lo dejaba irse y lo llamaba con acento conciliador y finalmente agradecía la compra con una sonrisa maliciosa y una vocecita suave y aflautada. Y en cuanto el comprador se iba, enarcaba las cejas, se abría el bigote con los dedos desparramando los pelos en redondo y tronaba y maldecía contra la mala gente.

     Don Francisco, con abundancia de gestos, con sus gritos que llenaban toda la casa, con su pequeña librería llena de polvo fue el primer editor y distribuidor del grupo Boedo.
   El imprentero era un hombre alto, de rostro moreno, algo picado de viruela, de cabello ralo y bigote con las guías hacia arriba. Rañó no tenía horario, ni se sabía cuándo comía un bocado. No era el primero en llegar al tallercito, pero sí el último en irse, a media noche, a la madrugada, cuando conformaba todos los urgentes pedidos. Acogía a los jóvenes literatos con cierta aparente reserva, que desmentían sus ojos claros llenos de entusiasmo. Mientras ellos exponían su plan, sus deseos, sus inquietudes, él reforzaba sus proyectos. Nunca habló de dinero. Si lo hubiese pedido, nadie le hubiera podido dar nada. Su pasión era la imprenta, su diversión favorita, discutir la política internacional, la inminencia de otra guerra. Al principio estas discusiones se entablaban con Bay, el tipógrafo, con don Francisco el catalán. Se debatían los problemas políticos del mundo, se comentaban las grandes obras. Poco a poco la reunión se hizo más importante con la inclusión de esos jóvenes escritores. Entonces las tertulias cobraban animación. Rañó mantenía su punto de vista, sin alterarse, pero cuando sus contendores levantaban la voz, de pronto aparecía don Francisco y con un pie dentro de la pieza, sin saber de qué se hablaba, haciendo bailar sus ojitos, bruscamente irrumpía con una frase cortante, atronadora: "¡Literatos! ¡No sois más que literatos! ¡Para entender esto hay que vivir, no garrapatear versos!". Y salía disparando antes de que se le pudiera responder. Rañó volvía la discusión a su cauce.
   Entonces aparecieron los primeros libros de aquellos jovencitos. Rañó los imprimía, los criticaba y se entusiasmaba cuando tenían buen éxito, pero casi nunca cobraba. Cuando alguien, compungido, iba a pedir más plazo para pagar, él mismo daba las razones por las que resultaba difícil cumplir a su deudor. Con algunos se creyó en la obligación de editarles a su costa, puesto que allí se iban formando. Y esos literatos se llamaban Amorín, Castelnuovo, Mariani, Olivari, Riccio, Blomberg, Barletta...



César Tiempo en la década de los 50




















Actualidad:

  En 1980 la editorial fue comprada por Heliasta S.R.L, su actual propietaria. Su especialidad son los diccionarios, aunque también publica sobre temas muy variados, tales como música, medicina, arquitectura y religión. Su sede se encuentra en Vidal 2649.

   En el año 2000 la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo colocó una placa en la fachada del antiguo edificio de Claridad, en Boedo 837, que dice:
Desde este lugar el 30 de enero de 1922, "Editorial Claridad" comenzó a iluminar el pensamiento americano. Homenaje a su fundador Antonio Zamora y al grupo Boedo.


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