jueves, 30 de julio de 2020

Murgas en Boedo


El corso de San Juan y Boedo, uno de los más concurridos de la ciudad
El carnaval es una práctica que se realiza desde la época de la Colonia. Aunque atravesó periodos de libre albedrío, de censura, de restricciones y de disputas sociales, la alegría colectiva de celebrarlo sigue vigente.















Inicios y prohibición:

El carnaval fue introducido en Buenos Aires por lo españoles. Una celebración pagana, pero de origen cristiano, vinculada a los días previos a "limpiar la carne", que desemboca en la prohibición religiosa de consumirla durante los cuarenta días que dura la cuaresma.











Según los períodos y sectores sociales tuvo diferentes expresiones. En tiempos de la Colonia, los sectores populares participaban en los bailes de máscaras que se realizaban en el teatro de La Ranchería, mientras que los sectores pudientes lo hacían en la Casa de Comedias

Teatro de La Ranchería
















El festejo también ocupó el espacio público. Los bailes y los juegos con agua inundaron las calles.  Desde los balcones llovían fuentones, huevos ahuecados rellenos con agua, baldes de agua de lavanda para mojar a los amigos y de agua con sal para los enemigos.
El desenfreno y el bullicio que se generaban durante esos días, no eran más que “costumbres bárbaras” para las clases altas, las cuales se oponían fervientemente al festejo del carnaval. Éstas encontraron eco en algunos gobernantes. En la época del Virrey Vertiz, entre 1770 y 1784, los bailes se limitaron a lugares cerrados y el toque de tambor, sello identitario de la importante población africana que habitaba Buenos Aires, era castigado con azotes y hasta un mes de cárcel.
Durante la primera y segunda gobernación de Juan Manuel de Rosas -entre 1829 y 1852-por decreto, se censuró, se castigó y se prohibió dicho festejo hasta 1854, año en que el gobierno de Buenos Aires autorizó la realización de bailes de máscaras y juegos de agua.

Sarmiento: reapropración de la clase alta y reclusión de los afrodescendientes

En 1845, Domingo Faustino Sarmiento emprende un viaje de dos años que lo lleva a recorrer varios países del mundo.  Visita Montevideo, Río de Janeiro, Francia, España, Argelia, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Cuba. Sus experiencias y observaciones quedaron registradas en numerosas cartas y cuadernos, que tiempo después fueron publicadas.

En Italia participó de los carnavales, conoció las clásicas máscaras venecianas y quedó atraído por la idea del anonimato de los disfraces como forma de borrar, por un instante, la desigualdad de clases sociales.
"El día de mi llegada a Roma, la campana del capitolio empezó a tañer a golpes redoblados pasado el mediodía. Y un murmullo respondió de todos los ángulos de la ciudad a una señal impacientemente esperada como la voz del ángel del placer que llama a los muertos a una vida febril. Era la apertura del Carnaval" relató en su libro Viajes.
Carnaval romano carro viejo ilustración.
Creado por Vien, publicado el Magasin Pittoresque, París, 1842
Enamorado de esas celebraciones, durante su presidencia, promueve en 1869 el primer corso oficial de la ciudad de Buenos Aires. Sarmiento participaba activamente de estos festejos junto a las murgas y comparsas, compuestas principalmente por afrodescendientes, que eran una de las mayores atracciones. También lo eran la elaboración de disfraces y máscaras que intentaban igualar, sin distinción, a todos los participantes.

Los afroargentinos del tronco colonial experimentaban el carnaval como un ámbito más donde compartir su música. Los toques, las danzas y cantos formaban parte de su vida cotidiana, con una significación profunda. Los blancos, en cambio, eran quienes vivían el carnaval a la usanza del viejo continente, donde se lo concebía como un espacio acotado para la liberación de las normas opresivas, donde la alegría, la burla y el desenfreno estaban permitidos.

En una de sus visitas a Estados Unidos, Sarmiento conoce a las compañías de minstrels, que estaban formadas por  blancos que se pintaban la cara de negro para caricaturizar a los afroamericanos, mostrándolos como seres inferiores, primitivos, perezosos. Atraído por esas manifestaciones, Sarmiento invita a una de las compañías de minstrels a un corso porteño. Tuvo tal repercusión que, durante los años siguientes, los porteños blancos de clase alta comenzaron a imitar a los minstrels que burlaban a los negros.

Esa estigmatización fue tomada por los afroporteños como una ofensa a sus tradiciones. Por este motivo se retiraron y retiraron al candombe de la escena pública, practicándolo sólo en espacios íntimos.
Estas ofensas, sumadas a las políticas de blanqueamiento de la generación de 1880, contribuyeron al silencio social que mantuvieron los afrodescendientes por más de cien años.

Corso Baizán de 1891. Crédito: Archivo General de la Nación



Siglo xx: llega la murga:

En el siglo XX la influencia de los inmigrantes italianos y españoles fue resignificando el carnaval, introduciendo ritmos, danzas y vestimentas propias de sus lugares natales. De a poco, se produjo el pasaje de las comparsas de candombe a las murgas, que comenzaron a bailar y tocar en los corsos.

Candombe a la luz de un farol. Pedro Figari
Corso en la Avenida Costanera, año 1933.
1957, corso en avenida Juan B. Alberdi, CABA.



La migración a Buenos Aires de  mediados de siglo, proveniente de las provincias argentinas y de los países limítrofes, generó un fuerte impulso a las murgas porteñas. A partir de 1976, durante la dictadura cívico-militar, se eliminó al carnaval del calendario oficial de festejos y se detuvieron sus manifestaciones callejeras, lo cual provocó una invisibilización en el ámbito público.
Si bien hasta 1981 se realizaron corsos de manera clandestina, debieron suspenderse por la persecución de las autoridades. Durante dos años ninguna murga se presentó en la capital del país y fue recién con la vuelta de la democracia que el carnaval, de manera extra oficial, volvió a las calles.
La re-institucionalización fue lenta. En 1997 la Legislatura porteña declaró la festividad como Patrimonio Cultural del distrito y se comprometió a garantizar las condiciones para su realización. En 2004 decretó que vuelva a ser feriado, aunque solo acotado al ámbito de la CABA y recién en 2011 esto se extendió a nivel nacional.
Actualmente existen más de 130 murgas registradas que pueden actuar en los corsos oficiales de la ciudad. Pero también hay un circuito alternativo “independiente y autogestivo” que se organiza en todo el país dentro del Movimiento Nacional de Murgas (MNM) y realiza sus actuaciones por fuera de las estructuras gubernamentales.




A partir de 1983, a pesar de que sólo habían sobrevivido una decena de murgas, el fenómeno carnavalesco continuó con mucha fuerza en los barrios y volvió a ganar el espacio público hasta que, en 2010, se restituyeron oficialmente los feriados nacionales del lunes y martes de carnaval.








Los festejos porteños suelen convocar año a año a miles de vecinos de los distintos barrios, familias y jóvenes que se entusiasman con el desfile de las murgas y el juego de la espuma que, desde hace varios años, reemplazó al juego con agua.

En cada desfile, las murgas brillan bajo las luces de colores de los tablados, bailando con su andar alocado, cantando críticas con tono picaresco y marcando el ritmo con el bombo con platillo que da el tono distintivo a esta expresión típica de Buenos Aires.

Los carnavales son el festejo en que las murgas, tras un año de preparación, despliegan su arte, su pasión y su magia que los distingue en cada barrio, con sus colores propios y el nombre que llevan impresos en los luminosos y destacados estandartes que identifica a cada una de ellas.

Algunas de las murgas que desfilarán son Los Mismos de Siempre, Los Verdes de Monserrat, Los Reyes del Movimiento, Pasión Quemera, Los Chiflados de Boedo, los Amantes de La Boca, Atrevidos por Costumbre, Calaveras de Constitución, Fantoches de Villa Urquiza, Enviciados por Saavedra, Los Cachafaces de Colegiales, Los Pitucos, Atacados por la Santa Risa, Alucinados de Parque Patricios.

La celebración del carnaval en la ciudad de Buenos Aires es una fiesta popular que permite recorrer y graficar las costumbres y dilemas que fue atravesando la sociedad porteña.










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