jueves, 9 de julio de 2020

Boedo: Cines y Teatros

Mural pintado por el Grupo artístico de Boedo en defensa del último Cine del barrio, "Gran Cine Cuyo".


  En Buenos Aires, desde 1912, se produjo un exitoso proceso de conquista de la ciudadanía política que permitió avances sociales. Esto es lo que Gutiérrez y Romero (1995) en su estudio de los sectores populares denominaron la “ciudad de la reforma” para referirse a la expansión de la vida cultural más allá del centro que siempre había contado con la mayor oferta de bienes y servicios y de salas de espectáculo. En aquellos años, el surgimiento del cine sonoro coincidió con un período de promoción industrial y de construcción de obras públicas en que el Estado se preocupó por moldear el consumo a través de diversas políticas. Las salas existentes en el centro debieron renovarse por las exigencias de la nueva técnica. 



    Esto reforzó la atracción de la zona transformada por la obra pública –el comienzo de la Avenida 9 de Julio y el ensanche de Corrientes. Además, se inauguraron nuevas salas y se crearon nuevos circuitos como el de la calle Lavalle. La modernización también alcanzó al barrio de Boedo donde ya existían desde 1910 cerca de nueve salas en la zona central a las cuales se añadieron otras once en su zona periférica. 


    Desde fines del siglo XIX se multiplicaban las salas de cine en los suburbios junto con el equipamiento estatal. En las zonas en las que se emplazaban escuelas y bancos públicos; correos, delegaciones del registro civil, etc. se ubicaban las salas más importantes llamadas “cabeza de barrio”. En ocasiones presentaban dimensiones y ornamentación palaciegas, y promovieron la instalación de importantes comercios que, a su vez, atrajeron emprendimientos inmobiliarios hasta lograr un conglomerado urbanístico que dio fisonomía particular a los barrios. De variadas dimensiones y estilos, las salas eran signo de modernización y podían brindar opciones para satisfacer el ocio de los vecinos sin necesidad de ir diariamente al centro de la ciudad. La naciente y próspera industria cultural coincidía con las modernas manifestaciones de la política en su común interés por el desarrollo del mercado y los grandes públicos.

Boedo en la década del 30.
    El barrio de Boedo contó con una temprana tradición cultural, desde el cruce de las avenidas San Juan y Boedo, irradiaban “… escuelas, clubes, cafés, teatros, comercios… y cines”.  En todos los barrios había dos categorías de salas: las “decentes” y las “piojeras”. A las primeras se podía concurrir solo o acompañado, y entre ellas se contaban los cines "Los Andes", "Cuyo" y "Boedo". 



Cine Teatro Boedo 1916-1959

   Quien hoy pasee por el centro de Boedo, o se entregue al disfrute gastronómico de sus bares y restoranes, seguramente no puede imaginar que en esas mismas cuadras hubo un tiempo en que seis cines se disputaban los espectadores y sobrevivían con holgura a la competencia. La concurrencia masiva al circo o a las salas teatrales tenía un nuevo ámbito, en la oscuridad, con el hallazgo de los hermanos Lumière y otros pioneros. En Boedo esos primeros peldaños se transitaron a comienzos del siglo veinte con los precursores que trataban de difundir la nueva magia de la proyección fascinando a espectadores de toda edad con sus documentales o pequeñas historias dramatizadas por actores que más tenían de mimos por su necesaria mudez.




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